Ariel cien años después
Paul Kidhardt, PhD
Hágamos una meditación finisecular sobre Ariel, el ensayo de José Enrique Rodó casi al cumplirse cien años de su publicación. El libro apareció en 1900: la fecha es todo un símbolo. Ariel significa, entre otras cosas, el novecentismo. Ya en los últimos años del siglo XIX es posible advertir un profundo cambio en la sensibilidad, en el mundo histórico, anunciados de una nueva época, al menos en el mundo occidental, de un nuevo modo de vivir, esto es, de ver, sentir y expresar la vida. En 1888 ve la luz en Santiago de Chile Azul de Rubén Darío, acta de nacimiento del modernismo americano, nueva sensibilidad que ya se presagiaba en el Ismaelillo (1882) de José Martí. En el mismo año se proclama el fin de la esclavitud de los negros en Brasil, hecho que pone fin a la degradante institución casi cuatro veces secular en América. En 1888 muere Domingo F. Sarmiento, autor de uno de los dos mejores libros del siglo XIX hispanoamericanos, Facundo, el otro es el también argentino Martín Fierro de José Hernández. La inseparable vida y obra de Sarmiento cierran el apasionante y contrastado siglo XIX argentino. Y en la fecha de la muerte de Sarmiento se vislumbra la entrada de la Argentina en el siglo XX.
En España en 1895 ve la luz En torno al casticismo, la colección de ensayos de D. Miguel de Unamuno, primer libro de la que más tarde la historia literaria estudiará como la generación del 98, nombre con el cual agrupó el también 98 Azorín, en 1913, a sus miembros. La generación del 98, la más ilustre y gallarda generación literaria española del siglo XX señala, entre otras cosas, la liquidación de los gustos y tendencias estilísticas del siglo XIX y la entrada de la literatura española en el siglo XX. En 1896 se estrena en Madrid El nido ajeno de Jacinto Benovente otra dramática, que cierra la historia del teatro español del siglo XIX, abriendo las puertas al nuevo siglo.
Fenómeno histórico paralelo encontramos en la cultura europea. La transición en la cultura occidental del siglo XIX al siglo XX ocurrió a fines del siglo XIX y a principios del XX. Un buen punto de partida es el año 1883 en que el crítico danés Georg Brandes (1842-1927) publicó un volumen de ensayos con el título de Hombres del cambio moderno. El uso que hizo Brandes de la palabra moderno tuvo un éxito inmediato en el mundo intelectual.
Esta apretada síntesis histórica nos permite colocar al ensayo de Rodó en su preciso marco histórico cultural. El ensayo de Rodó es un termómetro de la temperatura espiritual de su tiempo. El tiempo histórico concreto del que Ariel es un reflejo virtual – el novecentismo hispanoamericano – aparece configurado por el modernismo literario desde el punto de vista estético y por una recelosa y justificada desconfianza ante la actitud política de los Estados Unidos ante Hispanoamérica. Desde la proclamación de la Doctrina Monroe mal disimulaba los Estados Unidos sus intenciones con los pueblos hispanoamericanos. Penetración y dominio económico, injerencia política, intervención en los asuntos internos de las naciones hispanoamericanas eran los principios que informaban la política norteamericana en el Continente. Se vio la Guerra Hispano-Americana, las intervenciones en Cuba, la imposición de la Enmienda Platt, abominable apéndice de la Constitución cubana de 1901, afanes de expansión territorial patentes con la ocupación de Puerto Rico y el archipiélago filipino. La historia contempló la intervención en la sublevación de Panamá, y la arrogante política de T. Roosevelt y el big stick.
Las mejores y más honradas cabezas de Hispanoamérica estaban conscientes del peligro que significaba la política de los Estados Unidos para la identidad cultural y el normal y saludable desarrollo de los pueblos de Hispanoamérica. Martí, con visión profética, lo señaló repetidas veces. Rubén Darío, el más grande poeta de América anatematizó los designios imperialistas de los Estados Unidos en su oda de Roosevelt y mostró su temor en la “Oda al Rey Oscar” y otros poemas, así como su exaltación de los valores de Hispanoamérica en su “Canto a la Argentina”. Enrique José Varona alegaba el fenómeno del imperialismo en su estudio El imperialismo a la luz de la sociología. Es en tradición donde hay que colocar al ensayo de Rodó.
Ariel refleja la desconfianza y el temor de Hispanoamérica ante el expansionismo de los Estados Unidos. Rodó, el gran ensayista del modernismo, escribió el libro, dentro de las convenciones estilísticas y culturales del movimiento modernista. El esteticismo es una de las características esenciales del modernismo rubendariano. No siendo el autor de Ariel, sociólogo, economista o escritor político, ni teniendo afanes de reformador social, expresa en el ensayo lo que él justamente es: un escritor modernista. Esta condición, su adhesión al modernismo, implica su visión estética de la vida y de la cultura toda. Como buen modernista Rodó es un adorador de la forma, de la belleza. En su tabla los valores estéticos ocupan el lugar cimero.
Fiel a su credo estilístico al comparar la cultura de Hispanoamérica con la estadounidense hace hincapié en la vieja dicotomía espíritu-materia. El autor cree que los valores últimos de la cultura de Hispanoamérica los constituyen los bienes del espíritu, representados para él en la figura de Ariel. La civilización estadounidense la representa Calibán. Su exposición de la civilización de los Estados Unidos configurada desde su óptica esteticista niega a la misma la capacidad de vivir y sentir los valores del espíritu.
La clave de la civilización norteamericana es para Rodó el materialismo. ¿En qué medida hay certeridad y justeza en los juicios de Rodó? Hay mucho de generalización en el paralelo de Rodó entre la civilización de Hispanoamérica y los Estados Unidos, pero es indubitable que la cara y la cruz de la vida estadounidense está presente en la ecuación del materialismo y el bienestar económico. ¿Hasta qué punto el materialismo, la marcada orientación crematística de la vida estadounidense, la valoración del dinero hace posible el bienestar económico? ¿Es el bienestar económico el más alto de los valores? Son temas harto cuestionables, pero creemos que dentro de la mejor tradición del humanismo los valores económicos están supeditados a los valores éticos. Es más importante el ser que el tener. Es importante el mejoramiento económico del hombre, pero es más importante el mejoramiento de su vida como persona de su vida total, la cual es inescapable de la realización, o al menos, de la referencia a los valores, es decir, a esos entes intemporales e inespaciales que valen y dan sentido y dignidad a la operación de vivir.
Repensando en Ariel, al leer la crítica de Sr. Rangel veo la endeblez de los juicios del mencionado crítico, lo desajustado de su enfoque y su poca laudable intención de hacer frases en busca de originalidad, cuando originalidad significa ir a los orígenes.
La afirmación del Sr. Rangel “ha ido a parar al basurero de la historia” espero que merezca benevolente perdón de los dioses del modernismo por el uso del poco modernista vocablo “basurero”. En cuanto a “de la historia” ha de saber que la historia no tiene basureros, porque los hechos o los personajes para que tengan la categoría de históricos es menester que sean “valiosos” no pudiendo lo “disvalioso” pasar por los filtros de la crítica y la axiología históricas. ¡Pecados excusables del afán de singularidad!