Mariano Picón Salas: Perspectivismo histórico en De la conquista a la independencia
Paul Kidhardt, PhD
De la conquista a la independencia, el luminoso ensayo histórico escrito por D. Mariano Picón Salas en 1944, lo consagra como lo que justamente es: un maestro del ensayo histórico. El libro es la expresión literaria del quehacer profesoral del escritor en cursos dictados sobre la historia cultural hispanoamericana en distintos colleges y universidades estadounidenses en los primeros años de la década de los 40. El ambiente académico no podía ser más propicio: desde las aulas del Departamento Hispánico de Columbia University en su época dorada, y los días fecundos de D. Federico de Onís, pasando por el benemérito Smith College, hasta la escuela de verano de Middlebury College en el idílico paisaje de Vermont, lugares todos evocadores de una tradición del mejor hispanismo académico en América del Norte.
El ensayo abarca una anchurosa etapa de la historia americana: desde los días aurorales de la Conquista hasta las vísperas de la Independencia. La lectura del índice general del libro nos da una visión “panóptica”, para emplear el preciso vocablo orteguiano, del largo y contrastado período histórico. Un hilo muy profundo une la interpretación que hace el escritor del largo y complejo tramo de la historia cultural hispanoamericana: El deseo de trascender la necesaria historia “erudita”, ir más allá de los datos, alcanzar como escribe el autor “no el sueño imposible de una historia absolutamente objetiva, pero, al menos, de otra que sirva mejor a nuestros anhelos interrogantes contemporáneos.”
El autor comprende que para escribir esta historia, requiérese superar el positivismo histórico y sus limitaciones. La historia necesita sí erudición segura, acarreo y escrupuloso análisis de hechos y datos, misión de la crítica histórica, pero el historiador de raza, ha de ir más allá. Como el atleta, el historiador tiene que dar el salto gimnástico, menester ha como el poeta de la imaginación para adentrarse en el sentido de la historia, que es tanto como decir el paso de la crónica al mundo histórico, para usar la justa y acertada expresión de W. Dilthey. A la función del historiador urge el salto divino, por lo que tiene de creación, de erudición a la teoría.
Conocido es el decir, “que los árboles no dejan ver el bosque”. La inmediatez nos conduce muchas veces al “engaño de los ojos”, del que gustaba hablar D. Américo Castro y que lo incorpora a su obra en su clásico El Pensamiento de Cervantes. La interpretación histórica cuando lo es en su autenticidad lleva implícito cierto alejamiento, un ascetismo teórico, el fundamento del perspectivismo. La función del historiador necesita perspectiva. La perspectiva histórica es la necesaria distancia del objeto – el personaje, el hecho o los hechos históricos – que se tratará de comprender mediante determinadas categorías conceptuales. La perspectiva histórica es siempre la fuerza resultante, como dirían los físicos, de ciertos conceptos sillares en la tarea de interpretación histórica.
En De la conquista a la independencia el perspectivismo histórico del autor se construye, o al menos es posible entenderlo, basándose en dos categorías conceptuales: interacción y vivencia (erlebnis). El primero es un concepto sociológico acuñado por el sociólogo alemán G. Simmel, y se ha utilizado en el ámbito de la historiografía y en el de la sociología cultural. El segundo es también un concepto de origen teutónico, que ha encontrado su mejor traducción en el vocablo “vivencia”, debiendo a García Morente y a Ortega y Gasset su incorporación al vocabulario filosófico español.
La “estructura de la estructura”, o dicho con mayor precisión, el principio configurante de la interpretación histórica de Picón Salas se basa en los antedichos conceptos. Consecuencia de su uso es la muy dinámica interpretación que se logra de la historia americana. Los vetustos y machacados temas filológicos, el repetido lugar común y la momia historiográfica no podríanse distar más de la dinámica y viva interpretación histórica lograda en De la conquista a la independencia.
Los conceptos interacción y vivencia, verdaderas claves estilísticas del libro, logran una dinámica visión de la historia americana, ya en el capítulo II, el autor advierte que “la humanidad no había conocido acaso, fuera de los lejanos milenios de la historia oriental un conflicto de gentes y antagónicas formas de vida como el que se operó con la conquista de América”. Y es el conflictivo existir la clave misma de la historia americana. El dinamismo histórico de Hispanoamérica se comprende por la continuada interacción espacial y temporal entre los conquistadores y las formas de cultura por ellos introducidas en la realidad que conquistaron.
El fenómeno de transculturación, el vocablo creado por el sabio cubano D. Fernando Ortiz, es, en su esencia misma, dinámico, ya que es implicador no de una mera imposición o traslado de una forma de cultura sobre un vacío o naturaleza muerta, sino a manera de un angustioso ensamblamiento en otra forma de vida histórica. La transculturación es un proceso en el que concurren todos los humores humanos. De ahí surge su carácter agónico y su radical angustia – conductores al resentimiento, veta que atraviesa toda la historia americana.
El dinamismo resultado de la interacción y de la vivencia se manifiesta en el mestizaje americano que consiste, según expresa el autor, “en mucho más que mezclas de sangre y razas; es unificar en el templo histórico esas disonancias de condición de formas y modos vitales en que se desenvolvió nuestro antagonismo”. La aguda perspectiva del autor nos lleva a la presencia de lo americano. Es indubitable que en los tres siglos de la época colonial se fue integrando un nuevo cuerpo histórico: Hispanoamérica. Y los movimientos culturales que llegaban de Europa se filtraban en una nueva vivencia: la vivencia americana. Es decir, se sentían y entendían desde un nuevo ángulo vital, el complejo y contrastado mundo hispanoamericano. El mundo histórico, como afirma el escritor, “como una identidad y parentesco mucho mayor que el que se supone”. Es posible encontrar en el ensayo histórico de D. Mariano Picón Salas una perspectiva más: la esperanza. Como escribe en su dedicatoria a Alfonso Reyes, el mexicano universal, el libro es testimonio de “nuestra común esperanza en América”. Esperanzada perspectiva que da el libro un íntimo calor humano, un tono confesional, propio del ensayo, género literario con parentesco muy cercano a la lírica en lo que tiene de confesionalidad y experiencialidad.