Rubén Darío en la literatura hispanoamericana
Paul Kidhardt, PhD
Es posible encontrar todos los elementos de la literatura modernista en la obra rubendariana. En 1888 Darío publica su libro Azul con el cual inicia su trayectoria a la vez que afianza el triunfo del movimiento modernista. Azul es un libro de poemas y cuentos plenamente modernistas. La obra de Darío, Azul, como su libro Prosas profanas (1896), representan la preocupación del poeta por la venustidad, por el arte por el arte, y en el mismo se muestran todas las convenciones estéticas del movimiento modernista. Veamos, por ejemplo, el poema “Era un aire suave”. En este poema aparece “el hada armonía rimando sus vuelos”, y si seguimos la lectura podemos encontrar “sedosos trajes”, “blancas magnolias”. Es decir, sensaciones táctiles y colores. Más adelante encontramos a la marquesa Eulalia, “toda risas y desvíos” y “el vizconde rubio de los desafíos/ y el abate joven de los madrigales”. La inclusión del madrigal dentro de este poema significa lo que podríamos llamar literatura dentro de la literatura (o sea, como hizo préstamos a los colores, aquí hizo un préstamo a la literatura al introducir los madrigales, de elegancia y galanura, dentro del poema). En este poema se hacen referencias a figuras mitológicas como la diosa Diana y al dios Término. También encontramos “efebos”, “mármoles desnudos”, y aparece Merculio. La sonoridad musical se hace patente: “la orquesta perlaba sus mágicas notas/ un coro de sones alados se oía/ galantes pavanas, fugaces gavotas/ cantaban los dulces violines de Hungría”. Estas citas son muestras de un mundo bello, exótico, colmado de colores y de musicalidad propios de la estética modernista.
Otro poema representativo de la estética modernista es el muy famoso “Sonatina” del mismo libro Prosas profanas. Reproduzcamos la primera estrofa: “la princesa está triste…que tendrá la princesa/ los suspiros se escapan de su boca de fresa que ha perdido la risa, que ha perdido el color/ la princesa está pálida en su silla de oro/ está mudo el teclado de su clave sonoro/ en un vaso olvidada se desmaya una flor”. En esta estrofa encontramos una princesa, boca de fresa, silla de oro y clave sonoro. Otra vez la musicalidad y los colores afloran.
En 1905 aparece el libro del Rubén Darío Cantos de vida y esperanza. Infaliblemente en la poesía de Darío puede apreciarse una evolución que va desde los artificios puramente estéticos de Azul y Prosas profanas hasta una mayor interiorización, la búsqueda de lo arcano y una profunda preocupación humana. Ya el mundo de Cantos de vida y esperanza crea una realidad poética desemejante a la de las princesas y de los personajes mitológicos de “Sonatina”, “el Cisne” y otros poemas de los libros Azul y Prosas profanas. Estas diferencias se manifiestan en los poemas como “Lo fatal”, “Roosevelt”, y “Canto a la Argentina”.
En “Lo fatal” surge el desasosiego del poeta por el destino del hombre. Lo que es más aún, su pavor ante lo incierto: “ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto/ y el temor de haber sido y un futuro terror…/ Y el espanto seguro de estar mañana muerto/ y sufrir por la vida y por la sombra y por/ lo que no conocemos y apenas sospechamos/ y la carne que tienta con sus fresco racimos/ y la tumba que aguarda con fúnebre ramos/ y no saber a dónde vamos ni de dónde venimos”.
Para recapitular y de acuerdo con mi concepción global de la obra literaria – “lingüística y literatura” como decía Leo Spitzer – quiero hacer hincapié en el hecho de que con Rubén Darío, la almendra poética del movimiento, el esteticismo modernista llega a las cumbres más cimeras uniendo a su voluntad modernista de estilo el más profundo humanismo – su honda preocupación por el hombre y su destino.